Estamos en las islas de Palawan, en Filipinas. Y hemos sobrevivido a una alerta de tifon.
Tras unos dias en Coron, en el norte, decidimos ir a El Nido, en la isla principal. Para ello hay que coger un barco (ojo: las guias dicen ferry pero se trata de un pequeño y rudimentario barco de madera sin ventanas ni nada que sorprende la de peso que lleva sin romperse) que conecta las dos islas y dura unas 7 horas.
Lo que me parecia que iba a ser una relajada y tranquila travesia entre pequeñas y paradisiacas islas hasta llegar a destino -ya tenía preparado mi bikini-, ha resultado ser una dura travesia, con olas gigantes que tambaleaban el barco de lado a lado, rozando casi la totalidad del lateral de madera y empapandonos de arriba a abajo a cada paso (si, estaba en «la ventana sin ventana»), frio, lluvia, pasajeros que se empezaban a marear, otros vomitando… Incluido los locales, lo que me llevo a concluir que esta travesia no era normal, que nos tambaleabamos demasiado y lo que yo intuia como un riesgo anormal podia ser cierto…
Lo que nos dio la señal de que algo no iba bien fue cuando el que nos parecia el mas fuerte del barco, un filipino amigo del capitan, decide ponerse el chaleco salvavidas. Oups, deseo que no pase nada… Nos ponemos todos los salvavidas y nos cogemos a las maderas esperando que cesen los tambaleos y lleguemos a mar calma.
Demasiadas horas tambaleandose el barco muy fuerte y parece que no hay salida. Me hizo pensar en todas aquellas personas que cruzan el desafiante Atlantico en una humilde patera en busca de una vida mejor. Me sentia tambien como en una pelicula de no ficcion donde aparece la intensa tormenta en alta mar desafiando la estabilidad de los que se atreven a cruzar sus aguas. O como en una version hardcore de los rápidos de Port Aventura 😉
El capitan decide pedir ayuda. Tras varios intentos ve que es imposible tomar la ruta planificada por el fuerte oleaje y en apenas 2 horas el sol se ira y hay que tomar riendas. Deciden cambiar de ruta y llegar a la isla mas cercana (David y yo empezamos a soñar en dormir a cielo abierto en una isla desierta, yeaaah!), y una vez amarrados llamar a un barco mas grande que nos acerque a la isla principal (oooooh 🙁 ), donde poder tomar un bus que nos acerque, por fin, a El Nido. Un lío de conexiones, vaya.
Estuvimos esperando mas de 2 horas en el barco en medio de 3 islas -aunque insistieramos no nos quisieron bajar a la arena de la isla- pero en una zona con agua calmada (por fin!). Solo se oian las olas y el berrido de un niño de la tripulacion. Bajó el sol por completo. Se hizo de noche. Nos quedamos a oscuras dentro del barco esperando al otro barco que nos pudiera llevar a tierra. Pasan dos horas mas. Tic tac tic tac. Almenos nos dejan subir sobre el techo del cutre-barco para contemplar las estrellas mientras se aclaran qué hacer.
No consiguen que ningun barco venga a buscarnos (tampoco entendemos muy bien las razones porque las respuestas en ingles del capitan eran cada vez mas diversas) con lo que ahora dicen que nos quedemos a pasar la noche alli todos dentro del barco y mañana ya se vera (¿y porque no bajarnos en la isla de al ladoooo??? Nosotros no problema!!).
Una francesa insiste al capitan que alla no se queda, que haga lo que sea pero que haga algo para que no nos quedemos alli.
Despues de mucho insistir (ya llevabamos unas 5 horas alla parados en medio de la nada) la francesa convence al capitan y parece que la historia de supervivencia empieza a llegar su fin… En la oscuridad empiezan a venirnos a buscar barcas pequeñitas que con idas y venidas y llevando cada vez 3-4 pasajeros nos van dejando en la playa mas cercana.
Esto es lo unico que veiamos desde la mini lancha que nos venia a buscar en pequeños grupos (basicamente, la linterna de la propia lancha, nada mas).
14 horas despues de habernos sentado por primera vez en ese intento de barco… ¡Por fin tierra firmeeee!! Qué placer pisar la arena despues de tanto mareo, aunque nos hubiera molado lo de pasar una noche gratis en una de esas islas y ser rescatados al dia siguiente 😉
Siempre hay la parte positiva de todas las historias. De esta, me quedo con la brisa del mar, la belleza y personalidad de las olas, la tranquilidad de estar tumbados en el techo del barco cuando ya era todo de noche, esperando a que alguien nos viniera a buscar. Tambien me quedo con las remotas islas que este percance me ha permitido conocer. Y con las amables personas que hemos conocido dentro del barco compartiendo la vivencia 🙂
Islas del camino, cuando habia mar calma
Nota a la familia: Hemos decidido no tomar más ferrys